domingo, 31 de octubre de 2010

Cuando el jilguero no puede cantar...

Somos millones los que tenemos Fe y Esperanza...

Y la Fe - como se ha dicho tantas veces - mueve montañas...

"Cuando el jilguero no puede cantar...

Cuando el poeta es un peregrino...

Cuando de nada nos sirve rezar...

Caminante, no hay camino...

se hace camino al andar...

Golpe a golpe...

Verso a verso"...

"Cantares" Joan Manuel Serrat & Joaquin Sabina

Recomedación: leer nota de Horacio Verbistky

Maravillosa nota de Horacio, el periodista de investigación y luchador por los Derechos Humanos más importante de las últimas décadas en www.pagina12.com

Gracias Horacio por enseñarnos a todos, aunque más no sea de esta manera: leyéndote....

sábado, 30 de octubre de 2010

El Poder del Silencio...

El reconocido y respetado Horacio Verbistsky me ha señalado en alguna oportunidad que suelo ser demasiado críptico en artículos que escribí y envié para que analizara e incluso corrigiera.

Hoy lo seré más que nunca, pese a la salvedad hecha por quién admiro.

Se dice que de "imprescindibles está lleno el cementerio". Una realidad innegable, pero en ciertos momentos de la vida de una Nación hay "imprescindibles necesarios". Son los que pueden contribuir poniedo cuotas de orden, racionalidad y desapasionamiento. No es preciso que anden deambulando por medios de comunicación, difundiendo pesamientos ó pronunciando siempre las mismas cosas. Les basta con un teléfono, reuniones rápidas y firmeza en sus modos. Esto último les posibilita conquistar Poder, donde - lógicamente - no están exentas las posturas ideológicas ó el sentido de la pertenencia.

El mediatismo alimenta el ego propio y de los cercanos, pero no deja de ser un arma de "doble filo". Se está constantemente a riesgo de "pisar el palito" y caer definitivamente en las fauces del Pueblo. Este es implacable cuando hay propensión, deliberada o no, a cometer errores.

Por estos días se suceden interrogantes. Si bien pareciera estar ganando la tranquilidad sobre la continuidad de un proyecto, no faltan - y puede considerarse lógico - los que elucubran la apertura de espacios en la consideración interna del partido en el gobierno, como así también en las mentes y corazón de los ciudadanos.

Es en casos de esta naturaleza cuando hace falta el raciocinio por sobre las posiciones fanatizadas ó delirios de predestinación. En circunstancias así, participan preponderamente, sin tener que recurrir a radios, diarios ó canales de televisión, "operando", dirigentes cuya talla no alcanzan a mensurar los politólogos, sociólogos ó consultores de opinión pública. No lo pueden hacer porque a quienes aludo ostentan el "Poder del Silencio".

En Argentina no sobran hombres ó mujeres de la política con esa condición envidiable. Uno de quienes lo ejerció, adecuada y ejemplificadoramente, está ausente.

La mayor virtud de quienes construyen Políticas de Estado, no está en privilegiar/se con los medios. Está en lograr confianza entre sus pares. Consecuentemente ir cimentando, como primera instancia, los caminos para granjearse el respeto del Pueblo al que se deben en su origen. Difícil entender, seguramente, para los que siempre están en la "punta del cable de una cámara" ó en el diario de todos los días. Tan difícil de entender, también, para quienes pretenden imitarlos sin respaldos populares.

El "Poder del Silencio" no figura en ninguno de los libros que he leído durante todos los años de profesión y compromiso político. Tampoco he escuchado hablar de él a especialistas en momentos de crísis ó campañas electorales.

Es el más cautivante de los poderes. El más complicado de entender.

Si se logra desentrañarlo, la experiencia es fantástica. Puede transferirse a los que desean ser partícipes - desposeídos de egolatría y soberbia - de las mesas donde se exponen las grandes discusiones del presente y el futuro.







jueves, 28 de octubre de 2010

Maniqueísmo histórico...


Así, sin corrección alguna lo subo al blog. Lo enviaron a mi correo. Me resultó interesante y da lugar a debate.

Quienes por estas horas festejan la muerte de Kirchner, demuestran sus valores y su calidad humana. Se creen iluminados, capaces de vislumbrar el futuro que nunca aciertan y de olvidar el pasado del que también suelen ser responsables con sus votos, con sus actos, con su amnesia.
Pero hay algo más grave.
Quienes por estas horas festejan la muerte de Kirchner, reflejan el rasgo más destructivo que tenemos los argentinos, lo peor de nuestra idiosincrasia: la ineptitud para reconocer nuestras miserias.
Somos fáciles para el elogio: rescatamos nuestra solidaridad, nuestra capacidad de sobrevivir y reponernos a las crisis, nuestra calidez que parece cada vez más vislumbrada por los turistas y menos entre los propios argentinos.
Pero somos incapaces de entender que somos parte del problema.
¿No se escuchan? ¿No se leen?
* Se escandalizan por el odio y la división pero festejan la muerte de Kirchner. * Se enfurecen por la pérdida de valores, pero festejan la muerte de Kirchner. * Se horrorizan por el oportunismo, pero a menos de cuatro horas de la muerte de Kirchner, resaltan la debilidad de Cristina, la posible ingobernabilidad y, otra vez, los augurios de buen derrumbe.
¿Son cínicos, hipócritas o ignorantes?
Este país no tiene arreglo si como sociedad no curamos el defecto más grave: nuestro maniqueísmo histórico, nuestra idiosincrasia miope, torpe y binaria que aún hoy nos impide reconocer lo positivo sin por ello dejar de señalar lo negativo.
Y este extenso velorio argentino sería mucho menos angustiante, si los sectores medios y medios altos, los supuestamente más instruidos y los que han tenido mayores posibilidades, demostraran el mismo respeto y tolerancia que exigen a sus líderes. Si se admitieran como parte del problema y no sólo como su solución: ¿O se olvidan? Ellos también han acompañado mayoritariamente los golpes de Estado del siglo pasado, el silencio durante la dictadura militar, la euforia ante la Guerra de Malvinas y los votos a Alfonsín, a Menem (dos veces), a De la Rúa , a Kirchner y a Cristina Fernández.
Pero claro: La culpa siempre es de los otros y los argentinos no tenemos nada que ver con lo que nos sucede, nada que ver con lo que reclamamos, nada que ver con lo que nos indigna.
En este contexto, llega la muerte y no modifica sólo la visión que tenemos hacia nuestros líderes sino también hacia nosotros mismos.
Hace dos años, fue mucho más sencillo rendir un homenaje a Ricardo Alfonsín: ya era un hombre viejo.
Sí. Porque era un hombre mayor y retirado, recibió el reconocimiento de una sociedad que lo maltrató y lo despreció mientras fue presidente y mientras se mantuvo en la vida política.
¿Fue Alfonsín acaso un hombre de consensos? ¿No se enfrentó con coraje y dureza al campo, a la Iglesia , a los militares, a la prensa y a los sindicatos? En un balance light, se sintetizó su figura en el Juicio a las Juntas y en su honestidad y se omitieron deliberadamente otros conflictos que, de algún modo y con matices, continúan vigentes en estos tiempos.
Aún así, la muerte no indultó al líder radical de sus errores en la gestión. Pero nos permitió, ya lejos del fragor cotidiano, reconocer sus virtudes y sus aciertos. La sociedad que lo homenajeó frente al cajón no estaba redimiendo solamente la memoria de Alfonsín, sino también, las suyas propias.
La discusión política será mucho más rica cuando veamos en los aciertos del otro nuestros propios aciertos. Cuando aprendamos a valorar los cimientos y no sólo a celebrar sobre los escombros. Festejar la muerte de Kircher es, además de un insulto a la democracia (a la tolerancia, al respeto), un acto de cobardía de quienes necesitan la muerte para soñar con imponer sus ideas.
Por suerte, ya no vivimos en los setenta aunque los resabios tardan en curarse. Reconocer la enfermedad es el primer paso. Pero depende de nosotros.

Lo envió un señor desde este correo: geosna@yahoo.com.ar

miércoles, 27 de octubre de 2010

Escribiría lo mismo...


Hace más de dos años, alguien al que aprecio enormemente, me pidió un análisis de la gestión de Néstor Kirchner como presidente de la Nación, en pocas líneas. No quería entrara en demasiados detalles. Simplemente requería algunas opiniones para cotejarlas con las propias. El mandato del recientemente fallecido ex primer mandatario estaba a punto de finalizar.

Lo hice, consciente de no ser filósofo ó politólogo. Menos aún, un dechado de virtudes académicas ó “aplastado” por bibliotecas. Traté de aguzar al máximo el más escaso de los sentidos: el común. Después de haber recorrido centenares de horas en viajes, escuchando la radio, la voz de los que siempre señalamos que “no la tienen”, porque gozan de escaso acceso a los medios de comunicación masiva, concluí, y lo hice llegar sin firma alguna:

* El mayor mérito de Néstor Kirchner durante su mandato fue el de recuperar el valor de la política. Había asumido la presidencia de la Nación en un país con grietas profundas.

* Reestableció por su dinamismo político, el auténtico significado de la conducción.

* Rompió con alto porcentaje de las normas del protocolo, en un país donde se respeta al que sabe mandar pero por, sobre todas las cosas, se valora la simpleza.
* Demostró estar atento a temas que parecen insignificantes, pero que en el espíritu colectivo son enormes.
* Enfrentó, con evidentes muestras de estar ajeno a la especulación político-electoral, a sectores corporativos que, poco y nada, han contribuido al desarrollo nacional.

* Se aguantó las críticas e hizo uso del poder público, en defensa propia y de su gobierno, como no lo hicieron otros desde la reinstauración de la bendita democracia en 1983.

* Debería haberse dado otra oportunidad. Se está yendo con más del 70 por ciento de imagen positiva.

El solicitante de tan modestas opiniones, tomó el papel. Lo guardó en el bolsillo de su saco.
Si un día como el de hoy, el amigo me pidiera algunas opiniones sobre Néstor Kirchner, escribiría lo mismo.

Nota: foto tomada de la visita realizada el viernes anterior a la ciudad de Chivilcoy.