martes, 8 de septiembre de 2009

Sabes quién murió ?...


Nací en Pellegrini y viví en el lugar hasta los 13 años.

Es un pequeño pueblo, ubicado a escasos kilómetros del límite con la provincia de La Pampa.

Estudié y desarrollé gran parte de la profesión en Trenque Lauquen, ciudad que sentí, me había adoptado para siempre.

Tuve sueños, ilusiones y ambiciones. Las sigo manteniendo, y es por ello que un día partí, aunque nunca me voy definitivamente.

Desde que abrigué la esperanza de “triunfar” en Buenos Aires, las comunicaciones con la inolvidable Pepa (mi Madre) se fueron espaciando en términos de presencia física, por lo que el teléfono fue la manera de comunicarnos diaria, semanal ó mensualmente.

Cada vez que iniciábamos la charla, hasta fines del 2005, cuando empezó a mostrar sus primeras flaquezas físicas que derivarían en su fallecimiento en febrero del 2006, decía a manera de pregunta: “Jorge, sabes quién murió”. Debo reconocer que fastidiaba bastante esa manera de comenzar a dialogar. La comprendí, después que partió.

Ella había abrazado con un cariño y entrega inigualable la tarea de la Liga Popular de Lucha contra el Cáncer (Lipolcc), filial Pellegrini. Durante más de 20 años fue su presidenta.

Tenía sobradas razones para formular el interrogante.

En la mayoría de los casos se trataba de personas a las que conocía desde la infancia, y muchas de las cuáles habían padecido esta triste, conmovedora y - hasta ahora - casi imbatible enfermedad. Quería compartir el ahogo que la embargaba.

Alguna vez, junto al único hermano, viajamos a Pellegrini y le pedimos que dejara la titularidad de esta extraordinaria organización, porque interpretábamos que su corazón se deterioraba y que la tristeza podía enquistársele eternamente.

La respuesta rayana en la furia:

“Jamás. Ustedes no alcanzan a comprender el dolor que rodea no solo al enfermo, sino a toda la familia, más cuando no hay recursos suficientes para hacer frente a la medicación. Y aparte, no se preocupen, no estoy sola en esto, me acompañan la Señora de Benítez, Corral, Estela Ruiz y tantas otras. Yo voy a seguir”.

Luego, despejada del primer impulso, pronunció palabras entremezcladas con una sonrisa:

“Y además…no me dejan ir mis compañeras”.

De su puño y letra partían cartas a la ciudad de La Plata solicitando medicamentos; mantenía reuniones con profesionales del pueblo y de la zona; se comunicaba con los familiares de los enfermos; visitaba a estos últimos e incluso los recibía en su casa, intentando mitigar con palabras de aliento, los duros días que vivían.

Había hecho de la lucha contra el Cáncer un verdadero Apostolado y - si Dios existe - seguramente la debe tener de "enfermera" en algún rinconcito del Cielo.

Supimos gracias a ella del valor de las drogas oncológicas y también tuvimos la oportunidad - todos los integrantes de la familia - de conocer a mujeres y hombres que “sin pedir nada a cambio”, se esforzaban por conseguirlas, costaran lo que costaran.
Hoy son nuestros respetados y admirados vecinos, mucho más que amigos. Siguen trabajando diariamente en Lipolcc y hasta se las han ingeniado para regalarle un mamógrafo al Hospital Municipal de Trenque Lauquen.

Cuando por estas horas el Juez Oyarbide realiza una profunda investigación sobre medicamentos adulterados, venta de drogas oncológicas con destino a los sectores menos pudientes y tantas otras cosas relacionadas, mi Madre apareció con todas sus fuerzas en el andar de toda la jornada.

Agradecí que no tuviera que asistir a este panorama que - bien se está divulgando - por los medios de comunicación de todo el país.

Posiblemente hubiese fallecido repentinamente de un ataque al corazón.

Ella que amaba profundamente el país donde nació y que tenía inclaudicables convicciones democráticas – pese a su inteligencia y fortaleza - no le habría encontrado explicación a la sinrazón, al desatino, a la corrupción, a la incitación a la muerte, a la falta de leyes durísimas e implacables con aquellos que ametrallan uno de los valores más supremos del ser humano: LA VIDA.

Estoy convencido que ejemplos como los de Pepa hay miles, a lo largo y ancho del país, pero es el que más conozco, el que aprendí e incorporé hasta la médula.

Como tantas veces se ha dicho y expuesto: “La política tiene lo más excelso del hombre y también lo más miserable”.

En esta oportunidad ha emergido lo último, y como ciudadano argentino, comprometido - en gran medida - con los más puros ideales, deseo que se llegue hasta el final de la investigación.

Que quienes sentimos la necesidad de comunicar, no nos olvidemos dentro de una semana lo denunciado.

Que se siga machacando en los oídos y ojos del Pueblo, la existencia de quienes se asemejan a la Monstruosidad.

Los Argentinos, que en los últimos años hemos incorporado sin medias tintas la necesidad de respetar a “rajatablas” los Derechos Humanos, debemos dar muestras que somos capaces de hacerlos realidad, no solo condenando a los genocidas de la dictadura militar, sino también a los que roban la esperanza de los demás, con el fin de satisfacer necesidades económicas, hermanadas con la criminalidad.

Días pasados la visité y le rogué - a ella que era tan creyente - que pidiera a Dios que lloviera. Parece ser que el “Flaco” le hizo caso.

Ojalá que cuando vuelva a darme una vuelta por el espacio donde descansa, pueda decirle:

“No sé quién murió, pero quiero comentarte que en Argentina se hizo Justicia, con aquellos a los que les importa un rábano la solidaridad, generosidad y grandeza de personas como vos”.

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