miércoles, 19 de mayo de 2010

Telefonía Celular: "un avance tecnológico ó un arma mortal"...


El abogado defensor de la niña abusada en General Villegas, mediante la difusión de un video, ha señalado que se “está rastreando el origen de la derivación mediante teléfonos celulares, de lo sucedido”.
La posición del profesional es lógica. Seguramente goza de respaldo mayoritario. En las declaraciones que se publicaron, Correa acota que “se intenta evitar que el video pueda subirse a una página de Internet”.
El caso tomó tanto estado público, que por más que se alcance el objetivo que expuso - visto ó no lo sucedido - ya está incorporado al conciente colectivo de la sociedad, y lo que es muy grave – según afirman algunos – ya ocupa espacio en teléfonos celulares de todo el país.
En algunos casos se entristecerán. Otros se regodearán, como si fueran propietarios de una pieza de colección de lo que podría calificarse como “Museo de la Degeneración y Pornografía Explícita”. Son los que no necesitan concurrir a ningún sex-shop ó contratar un canal específico para “gozar” del sexo practicado por otros, pues poseen de la morbosidad propia del desequilibrio ó trastorno mental.
Comentan quienes han estado bien informados sobre la forma en que se llegó a esta situación. “El video habría ‘ingresado’ al establecimiento educativo donde cursa la niña de 15 años. Lo recepcionaron compañeros de estudio”. Desde ahí y otros lugares, se difundió a vecinos de General Villegas, para después hacerlo trascender a diferentes lugares de la región, hasta conformar una cadena que excedió esos límites. Está ‘paseando’ por el mundo.
La telefonía celular, se analiza como uno de los mayores avances tecnológicos de los últimos años. Por él puede verse televisión, contener material fílmico, música, oír radios, chatear, enviar mensajes de texto, remitir material científico, navegar por las millones de páginas de Internet, participar en forma activa en las redes sociales.
Lo sucedido en General Villegas alcanzó acentuada repercusión pública, pero viene produciéndose desde hace tiempo. La diferencia reside en que videos de las mismas características tienen como protagonistas a artistas “porno”, “señores”, “señoras” ó “señoritas”, mayores de edad. A estos, solo les cabe el peso de la conciencia.
La Ley no existe para sancionar la ética y la moral, e incluso en Argentina no hace muchos meses atrás, se eliminó del Código Penal la figura de “Calumnias e Injurias”. Puede interpretarse, entonces, que sí alguien lo hace con el fin de dar rienda suelta al rencor, resentimiento ó furia porque se ha sentido “engañado/a” en la vida, está en libertad para condenar a la ignominia.
Existen en el país más teléfonos celulares que fijos. Los fijos una vez instalados, quedan registrados en una agenda. Por reglamentaciones vigentes, las empresas proveedoras, deben entregarla a sus clientes.
Los celulares se venden por flota, individualmente ó tarjeta. Solo quedan visibles en quienes los comercializan. Se regalan u obsequian “chips” con el objeto de captar más clientes. Si el aparato pertenece a una misma compañía, se puede contar con una ó más líneas. Las tarjetas se venden en kioscos, estaciones de servicio, confiterías, restaurantes y hasta en forma ambulante. Tienen un número ó código, y baste con una “raspadita” para gozar de mayor crédito en el uso. Esto representa - según mi criterio - la posibilidad de ejercitar el Libertinaje, alejado del extraordinario valor de la Libertad.
El libertinaje permite – cuando quién utiliza un teléfono de estas características tiene sus capacidades cerebrales alteradas – ultrajar, condicionar la vida de otros, secuestrar, mandar a matar, condiciones inscriptas en una vida que dista de lo que se conoció, conoce y conocerá como relaciones normales.
La sociedad – no solo lo expongo yo, sino también consultoras de reconocida seriedad - mayoritariamente ambiciona la paz, aspira a las buenas costumbres, respeta la intimidad y se enorgullece de la dignidad.
La telefonía celular forma parte de la vida cotidiana. Su uso no podrá evitarse jamás. Está bien. El mundo avanza en materia tecnológica. No debe haber óbices para que el Estado a través de los poderes Ejecutivo y Legislativo, trabaje en la instrumentación de leyes que obliguen a los dueños de las empresas que proveen el servicio, a adecuarse a normas que se exigen a otros. Es inadmisible que se argumente que “es imposible elaborar una agenda telefónica”. Si no se edita en papel, puede estar incorporada a Internet. Inadmisible sostengan también que, “no se puede montar un organismo de control”. Esto último no podrá concretarse, si se continúa permitiendo que la venta indiscriminada de celulares y su registro, sea patrimonio exclusivo de quienes cuentan con el sistema para proveer las comunicaciones.
Es archisabido que los teléfonos celulares hasta son utilizados por delincuentes que se encuentran encarcelados, para planificar tareas afines a su condición, por lo que también está en riesgo la seguridad física de los habitantes de buena voluntad.
Poco y nada vale analizar, si hubo marchas ó declaraciones contradictorias, en torno a lo sucedido en General Villegas. Y es así. Esto puede repetirse en cualquier lugar del país. Entonces, volverán las radios, diarios, páginas web y canales de televisión a hacerse un “festival” mediático de extensa prolongación.
Menos aún tiene sentido ponerse a analizar los avances que se han producido en el entendimiento y comprensión de los menores de edad sobre la tecnología y los cambios a los que está sometido el mundo de hoy; los inicios de la actividad sexual, y los cambios a una legislación superior a 200 años.
Los propietarios de las empresas de Telefonía Celular han pasado a ocupar el ránking de los primeros lugares de la revista Forbes, y ello – lo afirmo, sin temor a equivocaciones – es avalar que puedan desarrollar su actividad económica con total y absoluta impunidad.
Mientras ellos gozan de los millones de pesos, dólares ó euros que a centavos han ido acumulando, la sociedad va camino a hacerse “trizas” porque se rompe un principio que está por encima de normas no escritas, pero que íntimamente vinculadas con la armonía, respeto y responsabilidad.

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