lunes, 14 de enero de 2013

Educar para no envidiar


Hace varios días que mi Madre, fallecida en Febrero del 2006, está omnipresente en la memoria. 
Unos minutos atrás, luego de larga conversación con añejo conocido, 'desculaté la hormiga', como se suele decir cuando se resuelve algún interrogante social, cultural, económico, deportivo, político. En este caso, existencial. 
Mi Madre tenía muchas acciones que la distinguían. No era un símil de Teresa de Calcuta. Tampoco se la podía comparar con una Carmelita descalza.
Mi Madre estaba comprometida con sus férreas convicciones ideológicas y religiosas. Asumía el trabajo solidario y generoso sin especulaciones de ningún tipo. Jamás decía "pa' mi cuanto hay". "Hacía el bien, sin mirar a quién", otra de las frases tan remanidas que oímos y leemos desde pequeños.
Tenía la particularidad, poco común en mujeres de su tiempo (había nacido en 1927) de adaptarse a las circunstancias. Era joven con los jóvenes. Vieja con los viejos.
Conservaba los valores innatos y los adquiridos, sin andar proclamándolos a los cuatro vientos.
Mi Madre, pese a los 78 años cuando decidió dejar la vida terrenal, conservaba intactos los sueños y esperanzas.
Tenía un fuerte temperamento, lo que traducía en no callarse nunca, aunque 'metiera la pata'. Era afin al Peronismo, al que aprendió a querer desde muy pequeña. Sentía especial admiración por Eva. Sin embargo compartió su vida y tuvo dos hijos con un conservador recalcitrante, mi Padre, que era un buen tipo y amplio con sus hijos, pero excesivamente gruñón, con la mirada puesta fuera de las fronteras de la Nación. Meritorio su paso, porque era laburador y autodidacta en su profesión.
Pero volviendo a mi Madre y su omnipresencia en estos últimos días, ella tuvo un mérito que hasta el último minuto deberé reconocer. Dudaba, muchas veces, de sus semejantes, lo que no fue óbice para que se alegrara con el éxito bien entendido de los mismos.
Mi Madre está tan cerca en estas últimas jornadas, porque de sus cromosomas y acciones nunca surgió el sucio, deleznable, abominable, vomitable 'pecado' capital de ENVIDIAR. 
 
Cuanto tengo...para reconocerle !!!.
Es posible sea tarde, muy tarde para ello. 
Copiaré lo aquí escrito y se lo dejaré al pie del domicilio que habita desde el 5 de Febrero del 2006, donde la depositamos sus hijos, nietos, familiares y amigos. 
Hasta por ahí le hago pegar en el frente y frío mármol: 
'Aquí descansa una Mujer que desde sus nutrientes supo predicar con educación que los demás no son de palo y a los que jamás hay que medir por lo que tienen o posiblemente puedan llegar a tener'

Y, si lo llega a leer, ojalá llame, para decirle - sin temor a sonrojarme o que acuse de hipócrita, haber heredado una de sus mas sobresalientes virtudes'.

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