Si algo se aprende con el transcurrir de los años y - cuando existe la adicción al cigarrillo, tendencia al sedentarismo, temores a someterse al implacable veredicto de los médicos, miedos a afrontar los desafíos del futuro, abandono de las causas más felices a cambio de sostener lo construido materialmente – es a transferir responsabilidades. Ahí aparece como un latiguillo constante en el interior y hasta se percibe en la piel, el axioma que no pocos califican como egoísta: “el hombre es artífice de su propio destino”.
El fumar es una de las adicciones más serias y graves que se incorporan en el hombre, pero aceptada. Se discute si puede permitirse en lugares cerrados, transportes aéreos y terrestres. Eso sí, la admitimos sin cuestionamiento en nuestras casas, en calles ó todo aquel lugar donde el humo pueda esparcirse, sin preguntarnos hasta donde perjudica. Nos debilita, limita el flujo sanguíneo y lo que es más grave, incentiva la muerte, a partir de ocasionar problemas cardíacos, cerebrales, pulmonares, etc. Los fabricantes de cigarrillos no son considerados narcotraficantes y quienes concurrimos sistemáticamente a adquirirlos, estamos exentos de la condena social ò de formar parte de la legión de enfermos. Constituye el tabaco, papel, empaquetamiento, marketing, publicidad y distribución un incalculable negocio, donde los Estados son los principales beneficiarios. La recaudación vale más que la vida de miles y miles de personas que diariamente nos envenenamos, pública ó privadamente.
Las autoridades sanitarias de cualquier lugar del mundo, blanquean su preocupación por el consumo, con una inscripción laxa y tan estúpida como: “el fumar es perjudicial para la salud”. No hay más campañas masivas de prevención en radios, canales de televisión ó diarios. La capacidad de lobby de las tabacaleras es tan poderosa que frena las mejores intenciones. Si bien algunos legisladores ó gobiernos han logrado dejarles algunas esquirlas en sus amplios y acaudalados bolsillos, el cigarrillo sigue siendo altamente rentable para quienes producen, escaso para quienes venden y arma mortífera para los que consumimos.
No significa, todo lo dicho hasta aquí sobre el despreciable y abominable vicio de fumar, transferencia de responsabilidad, sino expresar lo público y notorio. El fumar es un flagelo tan serio como la venta de cocaína, marihuana, y otras drogas peligrosas.
En estos días, al haber estado cerca – por razones profesionales - del accionar judicial en torno a causas relacionadas con la venta de estupefacientes, no puedo dejar de reconocer que me he sentido cómplice. Complicidad, producto de ser fumador compulsivo. Podré informar y expresar con bronca lo que sienta contra quienes los comercializan, pero no podré sacarme el sayo de ser un pésimo exponente de lo que está bien ó mal. No soy, “un gramo de ejemplo, por sobre miles de palabras bien dichas”.
Y, en consecuencia, no estoy en condiciones de arrogarme el derecho de objetividad en los análisis. Tampoco retrotraerme a los 14 años de edad cuando por primera vez puse un cigarrillo en la boca y cargar la responsabilidad sobre el amigo que invitó a compartirlo, ó a los Viejos que a la distancia, desconocían que su hijo había abierto la puerta, para permitir “matarse en cuotas”.
El sedentarismo, achacado a la falta de voluntad ó a la aplicación de nuevas tecnologías laborales, es uno de los resultados de la adicción al cigarrillo. Como expuse antes, su consumo provoca debilitamiento. Consecuentemente, desgano.
Los pocos ó muchos lectores del post se estarán preguntando a que viene todo este “delirio”. Algún punto señale en párrafos anteriores, pero también tiene razón de ser en que he sentido como las fuerzas físicas están menguadas, la voz se ha ido deteriorando y la respiración achicando.
Someterse al veredicto de los médicos, es el miedo que aparece en quienes somos adictos al cigarrillo. Sin embargo, seguimos desafiándonos y nos cuesta ponerle fin. Quizá podamos hacerlo. Probablemente, tarde.
Fumar es tan dañino como el consumo de drogas peligrosas. Por un lado genera el falso “placer” de calmar ansiedades y angustias, y por otro genera “temor” a la muerte.
El miedo a afrontar los desafíos del futuro y el abandono de las causas más felices por privilegiar el sostenimiento de lo material, poco y nada tiene que ver con el ser un tremendo pelotudo dominado por el consumo de cigarrillos, por lo que quizá algún otro día, si puedo traducir lo que esos dos puntos significan para mí, habré de escribir otro post, para no estar tanto tiempo ausente.
1 comentario:
http://www.youtube.com/watch?v=HCOb1V0Tofo&feature=related
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