sábado, 14 de marzo de 2009

Frente a las crisis: "El Sentido Común"...


Los tres hablabamos en conocida confitería.
Hacía pocos minutos había trascendido la información sobre el Adelantamiento de las Elecciones para el 28 de Junio.
Nos sorprendimos como la mayoría de los argentinos. No dramatizamos.
Tratamos de analizar lo que en horas de la tarde se convertiría en hecho concreto, recurriendo a la sensatez y racionalidad.
En menor ó mayor medida, habíamos vivido activamente los años 1989, 1991 y 2001.
El anuncio, en consecuencia, dista de circunstancias tan complejas como aquellas para Argentina. Coincidimos, eso sí, que el panorama interno y externo es complicado. Fundamentalmente este último.
Fuimos contestes en que el “Mundo pareciera caerse de a pedazos”, y hasta nos llegamos a ilusionar con la posibilidad de escribir un libro compartido sobre lo que fue el principio del gobierno de Carlos Menem, la crisis que produjo el aterrizaje de Domingo Cavallo en el ministerio de Economía de la Nación, el final de la Alianza en el Poder. Y lo sucedido hasta estos días.
No nos comparamos con Dick Morris, Durán Barbas, James Carville, Duca Mendonca ó Joao Santana, que aparecen en el escenario de las consultas que realizan dirigentes políticos argentinos para enfrentar terrenos sinuosos ó realizar movimientos frente al mundo mediático que los lleve a la comunicación con el Pueblo.
Hubo un momento donde “golpeamos el pecho” y hasta sentimos satisfacción de haber participado pacíficamente en aquellos años que la historia se encargará de juzgar en verdadera medida. No ha pasado tanto tiempo, y sería una imprudencia exigir que se escriba como creemos debería corresponder.
Los tres prescindimos en ese tiempo de manuales de filosofía en comunicaciones ó desempolvamos conocimientos adquiridos en nuestros estudios ó lecturas acumuladas.
Actuamos con la practicidad que los momentos exigían. Le pusimos pasión y sacrificio.
Reflexionamos juntos que poco importaron los slogans a los que - ahora - se recurre con frecuencia. Tampoco pergeñamos transmisiones televisivas ó radiales como principal razón de la tarea que nos tocaba.
Éramos conscientes de las circunstancias.
La mejor manera de comprometernos con quienes confiaban en nosotros fue trabajar, trabajar y trabajar, sin condicionamientos ó especulaciones de “poca monta”.
La ciudadanía reclamaba reordenar los “tantos” y a ello tratamos de adaptarnos.
En el camino dejamos algunos “jirones” de placer, momentos importantes de la vida familiar y resignamos sueños.
La consigna, sin escribirse, era: “salir del atolladero y tranquilizar los ánimos”.
Involucrados, hasta los tuétanos en proyectos políticos, poseíamos (sin saberlo), un canal conductor que unía: "la paz y tranquilidad debía retornar a los hogares argentinos", de los que también formamos parte. Si ello no ocurría, tarde o temprano, a nosotros también arrastraría la angustia, el dolor y la posibilidad de mayores problemas.
La labor no era simple. Coincidimos que la mejor forma de afrontar los tiempos complicados es estableciendo una línea de comunicación constante y permanente con quienes tienen la responsabilidad de transmitir lo que sucede a través de diarios, radios y canales de televisión.
Buscamos afanosamente “conquistar” voluntades que estuvieran dispuestas a escuchar y a no “sembrar” mayor desazón ó desesperanza en un Pueblo atosigado con tanta “mala onda”.
Fuimos parte de un "engranaje" que se había puesto en marcha frente a las emergencias y concluimos que el papel jugado no fue insignificante.
En el encuentro del viernes evitamos “llorar sobre la leche derramada”, si bien pensamos en voz alta que quizá perdimos la oportunidad de haber continuado juntos en la apasionante labor de comunicar con todas las letras, respetando la libertad de expresión, pero apelando a la “calma”, en la “guerra de palabras escritas y dichas”.
Ninguno se cree imprescindible.
Cuando bebimos el último sorbo de café, algo de lo que podría considerarse jactancia, surgió de nosotros.
Casi pronunciamos al unísono:
“La experiencia conquistada, vale mucho más que los miles de litro de tinta volcados en libros ó diarios, los minutos de radio escuchados ó los gestos transmitidos televisivamente”.
Cada uno caminó para el lugar que correspondía, asumiendo que es posible ponerle racionalidad a los raptos de “locura” a los que son propensos quienes tienen la responsabilidad de conducir los destinos de un municipio, las provincias ó el país.
En momentos espinosos ó difíciles, lo que hace falta aportar es el casi “sepultado” y más “escaso” de los sentidos: “El Común”.
El Sentido Común es interpretado por el Pueblo, porque éste último, principal protagonista de la historia, es el "hilo más delgado" frente a errores, apetencias individuales ó arrogancia de los que cumplen responsabilidades públicas.

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