En pocas horas más, estoy seguro que al menos yo, tendré los ojos llenos de lágrimas.
Percibo adelantos de esa situación emocional.
Pasadas las 14 horas del 20 de enero del 2011, tuve que transmitir una de las noticias más dolorosas en lo periodístico-político, en 37 años de profesión.
Venía sacudido de un año anterior bastante complicado en cuestiones de salud que involucraban a amigos, conocidos, familiares y respetados hombres de la vida pública. Por tanto, no era fácil la tarea de tomar un teléfono celular, y desde mi domicilio particular, anunciarle a una comunidad pujante, en pleno y constante desarrollo, que había sufrido una severa descompensación, Jorge Alberto Barracchia.
Era el Intendente de Trenque Lauquen y se aprestaba a cumplir 20 años en la función. No habían sido continuados. Los interrumpió en el 2001, cuando decidió darle un portazo al radicalismo y alinearse con Elisa Carrió. Después vino el 2007 y convencido de lo que para él, eran las mejores bondades que la democracia le había ofrecido, enrolarse detrás de la figura de Néstor Kirchner y convertirse otra vez en responsable máximo de la cosa pública, en el distrito donde nació.
Pocos minutos después del primer informe, también debí asumir la responsabilidad, que quién produjo los cambios más rotundos de esta relativamente pequeña ciudad del interior bonaerense, había fallecido, y transmitirlo con rigor profesional.
Muchos que leen este blog, en general, y el post, en particular, quizá puedan interpretar que es excesivo darle alcance universal a una figura política que no brilló en las pantallas de los grandes canales de televisión, tampoco su voz trascendió en las más reconocidas emisoras de radio de la Casa de Dios (Ciudad Autónoma de Buenos Aires), y apareció en contadas oportunidades en los diarios de circulación nacional.
Pués, en realidad, que piensen lo que se les antoje.
Jorge Barracchia, a mi criterio, fue el más importante Intendente Municipal Argentino, de la Democracia recuperada en 1983.
Tenía una concepción del Estado, propia de quienes son conscientes que se debe administrar para servir.
Era extrovertido y no sabía callar.
Avanzaba en la concreción de todas aquellas realizaciones que tuvieran como objetivo satisfacer la demanda de los sectores más necesitados.
Tomó el distrito en el año 1987 con más de un millón de dólares de deuda.
Trenque Lauquen había atravesado una tremenda inundación. 350 mil hectáreas, de un total de poco más de 500 mil, se encontraban bajo el agua.
Atrevido y provocador, y sin andar proclamándolo a los cuatro vientos, bajo un slogan municipal que se denominó "Sea Parte", puso en marcha los mecanismos necesarios para dotar a la ciudad y al distrito de: más agua potable, pavimento, viviendas, servicios hospitalarios, educación e industrialización.
Llegó a conocer y responder ante los periodistas, hasta el más mínimo detalle la situación de cada barrio o sector de la ciudad cabecera, como también de los pueblos que integran el distrito.
Puso en marcha una política ecológica, con la cual logró especial renombre en distintos ámbitos, y provocó un cambio cultural en torno al sostenimiento de la limpieza e higiene, que aún se mantiene.
El crecimiento infraestructural dado desde su asunción, hasta el presente, no admite demasiadas comparaciones. Solo baste con mencionar, que en los tres años y un mes que duró su último mandato constitucional, puso en marcha mediante administración municipal directa del municipio - en gran medida - la construcción de casi mil viviendas. Una cifra que - convencido estoy - es muy dificil de empardar.
Con las controversias que en el sector médico se desatan, cada vez que se convoca a los cambios, Barracchia ejecutó una política de salud que permitió constituír al Hospital Municipal, en un efector de salud de excelencia, y cuando su vida se tronchó, "iba por más". Lo que para buen porcentaje de la clase media, era un lugar donde atenderse podía afectarles la reputación social, fue llevado a una categoría superior. Son escasos los vecinos que no se ennorgullecen de contar dentro del patrimonio comunitario con ese nosocomio. Escribí que "iba por más". Si. Había iniciado la construcción de cuatro nuevos quirófanos con recursos propios, como también proyectado la instalación de consultorios externos en una nueva ala del inmueble.
Dicen quienes lo conocieron mejor que quién suscribe, lloró desconsoladamente en 1987 cuando supo que el municipio no podía acceder a un crédito que permitiría dotar del servicio de agua potable a todo el casco urbano. Cuando las lágrimas se secaron, Barracchia que no se amilanaba, fue concretando la obra y para fines de la década del 90, todo el ejido urbano estaba en condiciones de acceder al vital elemento para asegurar mejor salud al Pueblo.
Hijo de un comerciante, estudiante brillante, integrante de organizaciones sociales, fanático de la pesca, desarrolló su actividad médica profesional hasta que abrazó la política con inusitada pasión.
Fue víctima de dos aneurismas cerebrales, que le afectaron el habla, allá por los años 1999/2000. Ello tampoco fue óbice para que siguiera sin detenerse, en procura de satisfacer las demandas de la sociedad.
Sobre fines del 2010, sus riñones también dijeron basta. Era imprescindible que se realizara un transplante. Como resultaba imposible, ya que no se trataba de uno, sino de los dos, se dializaba tres veces por semana. Lo aprendió a hacer por su propia cuenta. Viajaba a realizar gestiones con aparatología y así cumplir con el tratamiento.
Producto de su inquieta vida pública, Barracchia puso en marcha un sistema de Plusvalía para la división territorial, que le posibilitó al municipio contar con un número relevante de terrenos que puso a la venta en planes para los vecinos con necesidad de contar con vivienda propia, a la par de incrementar en forma considerable los recursos económicos del municipio.
Este Intendente Municipal, inolvidable para los trenquelauquenches, como diria algún poeta se fue a dar una vuelta por el cielo, y seguro anda contando por allá, la cantidad de realizaciones que cristalizó con el apoyo de su Pueblo, como así también las que le quedaron en el tintero.
Barracchia merece un libro. Cuando lo quise escribir, mientras vivía, se negó. Este no es el prólogo, pero creo que empecé. Si continúa negándose, tendrá que mandármelo a decir con algún enviado de Dios.
Este viernes 20 de Enero, deseo fervientemente que su Jardín se llene de flores. Simplemente está escrito sobre una placa de cemento: Jorge Barracchia.
Que el aroma y el colorido, se encarguen de decir lo demás.
1 comentario:
Un grande
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