Por razones profesionales soy un asiduo lector de diarios y de algunas páginas de Internet.
Desde hace algún tiempo vengo vociferando que hay que “evitar que la chequera le gane a la profesión, que por cierto es dura, pero hay maneras de ganarse el dinero dignamente, sin necesidad de entrar en el juego casi perverso de dirigentes empresariales y políticos, que compran voluntades, y consecuentemente perjudican al Pueblo, el que recibe información equivocada ó bien mal intencionada”.
Lo he expresado a varios amigos y colegas. He recibido en varios casos una respuesta que me deja insatisfecho: “no hay que vivirle contando las costillas a nadie”.
Y en realidad, no comparto la expresión, porque nada más lejos de ello. Me importa un rábano cuanto gana uno u otro. Lo que me interesa es predicar para que se trabaja con objetividad, respeto, sin claudicaciones éticas y morales, en beneficio de los que leen, escuchan ó miran programas de televisión.
Las famosas “operaciones mediáticas” están a la orden del día, y las evidencias son cada vez más notorias para quienes transitamos por este fabuloso escenario de la comunicación social. Se llega a la instancia entrecomillada, con algunos que suelen tener fama de “caracterizados profesionales”, por lo que la credibilidad va menguando y acentúa el descreimiento.
En una sociedad, donde todos los sondeos realizados por consultoras serias (tema al que ya habré de referirme) sostienen que se deteriora la confianza, el periodismo que entra en este juego, debería ser consciente de los males que puede producir.
En idéntico sentido hay quienes siendo propietarios de empresas, cuentan con personas especialmente destinadas a fines “noc santos”, que suelen pulular por ámbitos de incidencia pública destilando el “veneno” de estar imposibilitados de ser benefactores del sistema que avanza a pasos agigantados. Y no son lobystas. Son “apretadores”.
La búsqueda de amparo publicitario no está mal. Forma parte de la necesidad de sostener espacios, especialmente en radios y televisión. Es el esquema al que hay que adaptarse, máxime si se quiere crecer. El periodismo, no es una promesa sacramental. Es una actividad profesional más, y sus protagonistas a veces no alcanzan a satisfacer sus demandas, con los ingresos que perciben. Buscan, en consecuencia, como incrementarlos, trabajando en otros medios.
Ciertos empresarios (propietarios de empresas de comunicación) actúan impúdicamente. No extorsionan, pero ignoran, ya sea a empresarios ó políticos. Otros, si lo hacen. Y el Pueblo que no es idiota, se da cuenta quienes son.
Por el lado de las actividades mencionadas, se debería asumir que esta no es la manera de ejecutar acciones para que tome conocimiento la opinión pública. Repartir favores a través de meter la “mano en el bolsillo”, los coloca en las antípodas de la dignificación, con el agravante que - a veces los recursos repartidos - surgen obviando otras necesidades que tiene el Pueblo, y que todavía cree en ellos.
Desde hace algún tiempo vengo vociferando que hay que “evitar que la chequera le gane a la profesión, que por cierto es dura, pero hay maneras de ganarse el dinero dignamente, sin necesidad de entrar en el juego casi perverso de dirigentes empresariales y políticos, que compran voluntades, y consecuentemente perjudican al Pueblo, el que recibe información equivocada ó bien mal intencionada”.
Lo he expresado a varios amigos y colegas. He recibido en varios casos una respuesta que me deja insatisfecho: “no hay que vivirle contando las costillas a nadie”.
Y en realidad, no comparto la expresión, porque nada más lejos de ello. Me importa un rábano cuanto gana uno u otro. Lo que me interesa es predicar para que se trabaja con objetividad, respeto, sin claudicaciones éticas y morales, en beneficio de los que leen, escuchan ó miran programas de televisión.
Las famosas “operaciones mediáticas” están a la orden del día, y las evidencias son cada vez más notorias para quienes transitamos por este fabuloso escenario de la comunicación social. Se llega a la instancia entrecomillada, con algunos que suelen tener fama de “caracterizados profesionales”, por lo que la credibilidad va menguando y acentúa el descreimiento.
En una sociedad, donde todos los sondeos realizados por consultoras serias (tema al que ya habré de referirme) sostienen que se deteriora la confianza, el periodismo que entra en este juego, debería ser consciente de los males que puede producir.
En idéntico sentido hay quienes siendo propietarios de empresas, cuentan con personas especialmente destinadas a fines “noc santos”, que suelen pulular por ámbitos de incidencia pública destilando el “veneno” de estar imposibilitados de ser benefactores del sistema que avanza a pasos agigantados. Y no son lobystas. Son “apretadores”.
La búsqueda de amparo publicitario no está mal. Forma parte de la necesidad de sostener espacios, especialmente en radios y televisión. Es el esquema al que hay que adaptarse, máxime si se quiere crecer. El periodismo, no es una promesa sacramental. Es una actividad profesional más, y sus protagonistas a veces no alcanzan a satisfacer sus demandas, con los ingresos que perciben. Buscan, en consecuencia, como incrementarlos, trabajando en otros medios.
Ciertos empresarios (propietarios de empresas de comunicación) actúan impúdicamente. No extorsionan, pero ignoran, ya sea a empresarios ó políticos. Otros, si lo hacen. Y el Pueblo que no es idiota, se da cuenta quienes son.
Por el lado de las actividades mencionadas, se debería asumir que esta no es la manera de ejecutar acciones para que tome conocimiento la opinión pública. Repartir favores a través de meter la “mano en el bolsillo”, los coloca en las antípodas de la dignificación, con el agravante que - a veces los recursos repartidos - surgen obviando otras necesidades que tiene el Pueblo, y que todavía cree en ellos.
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