Cuando días pasados, Antonio Cafiero, ex gobernador de Buenos Aires, concurrió al Senado bonaerense, con el objeto de asistir al homenaje que le prodigaron a su esposa, Ana Goitía, por la contribución a las políticas sociales, carcelarias, educativas y políticas del Estado provincial, fueron infinitas las sensaciones percibidas. Se entremezclaron las emociones, con la poca ó mucha racionalidad que gobiernan mis actos cotidianos.
Puntualizaré en lo último a partir del recuerdo de la gestión que Cafiero llevó a la práctica en la provincia.
Esos cuatro años, quizá, estuvieron eclipsados, por dos temas. La interna partidaria que perdió con Menem para las presidenciales de 1989 y el plebiscito para la reforma constitucional que impulsó con el apoyo de otras fuerzas políticas populares.
No se entendió la profundidad de aquella idea.
Unos cuantos que todavía transitan los sets de televisión, gozan de espacios radiales ó gráficos y la vida del peronismo se opusieron tenazmente con mensajes contrarios que - "a la postre" - resultaron exitosos. El Pueblo de la provincia se expresó negativamente, y lo que era una iniciativa que posiblemente hubiese cambiado el rumbo de la historia de la provincia, quedó sepultada.
Permítaseme otra licencia personal: “era tal el entusiasmo que generaba aquella idea, que sin estar en mi lugar de residencia, voté en una escuela del Gran Buenos Aires. Lo hice, obviamente, por el SI”.
Haciendo un ejercicio de memoria.
Aquella reforma implicaba la descentralización de los recursos y hasta ponía sobre la mesa la nunca concretada Autonomía Municipal. Realidad política de la que gozan otras provincias Argentinas, vecinas a Buenos Aires. Sin duda que tenía muchos puntos para mejorar, pero constituía un gran paso para la emancipación política, recursos y otras cuestiones relativas a la vida de quienes habitan el territorio más extenso y rico de la geografía nacional.
Cafiero, que no se distinguió por ser de los más caminadores de la provincia, seguramente imaginó a partir del aporte realizado por sus ministros, legisladores e intendentes de la llamada "Renovación", que era imprescindible aplicar modificaciones de avanzada a la Carta Magna bonaerense. La misma - finalmente - fue reformada en 1994, simultáneamente con la Nacional.
En la provincia quedó la impresión que los cambios introducidos durante la gestión de Eduardo Duhalde – y no para pocos - que solo se persiguió producir la reelección del Gobernador.
Pasados 15 años de aquella Convención Provincial Constituyente, distintos puntos de la misma no fueron aplicados. Lisa y llanamente: no se reglamentaron. Son menores, si se tiene en cuenta el objetivo apuntado en párrafos anteriores, aunque deberían reflotarse.
La reforma del 94 - plasmada en el Pasaje Dardo Rocha de La Plata - produjo motivaciones. Paradojalmente modificó sueños, especialmente concentrados en el interior. La centralización política y económica alcanzó su pico más alto. Irrumpió la figura del "Caudillo" y aristas emparentadas con el feudalismo. La provincia había estado ajena y distante, de esta forma de hacer política.
El tener cerca a Cafiero produce, al menos para el autor de este post, un placer interior - se compartan o no con él - muchas de sus constantes y permanentes iniciativas. No solo derramó y derrama sabiduría, producto de los años que ha transitado en la vida pública, sino que también deja algunas frases ó impronta que seguramente la historia se encargará de escribir con mayúsculas.
Aunque no sea ajeno a las actitudes personalistas que distinguen a la política vernácula, quién será oficialmente declarado Ciudadano Ilustre el próximo sábado 17 en el Teatro Argentino de La Plata - mientras gobernó - evidenció el deseo de hacer realidad un proceso de fuerte identidad bonaerense, descentralizando los recursos y formando cuadros dirigentes. Algunos de estos, con pronunciado protagonismo en la actualidad. Los primeros surgieron de aquel famoso CEPAR, un centro de estudios que permitió desmenuzar gran parte de los problemas de la provincia, cuando decidió darle batalla electoral a la Unión Cívica Radical en Buenos Aires y Nación, en 1987.
Una vez sentado en lo que se identifica comunmente como la poltrona de Dardo Rocha, una de las primeras medidas que adoptó fue la de destinar un porcentaje sustancial de los dineros del Instituto Provincial de la Vivienda para ser administrados en forma directa por los municipios. También alentó Jornadas de salud, agropecuarias, económicas, sociales, culturales, con la participación activa de sus ministros, quienes solían estar largas horas en los distritos, discutiendo la realidad e imaginando el futuro, junto a los ciudadanos. No importaba a que corriente política adscribían. Interesaba alcanzar conclusiones, y generar acciones materializables.
Claro que su gobierno, expirado constitucionalmente en 1989 (no había reelección) tuvo sus fallas.
Es propio de cualquier sistema político, empresarial, cultural, deportivo y/ó económico.
Ello no es óbice para dejar de reconocer que trató de producir un giro de 180 grados en la realidad de aquel entonces. Desde su despedida de la provincia, nunca más se volvió a debatir, discutir y analizar las posibilidades de remover los “tapones” que impiden modificar el presente, a partir de la elaboración de una estrategia constante y perdurable.
Existen fundaciones, organizaciones, grupos de intelectuales, dirigentes que estudian, semiólogos, sociólogos, periodistas que opinan, cuerpos colegiados, que están en el escenario público. Actúan como compartimentos estancos.
Creo – modestamente - que la única salida es articular, vertebrar, consensuar, establecer marcos de coincidencias y diferencias.
Sintéticamente - como si navegáramos - poner la proa hacia lo que el Pueblo quiere, porque éste sabe que el mejor camino es producir confianza, aunque nunca - porque así es la historia - habrán de desaparecer las discrepancias.
1 comentario:
Recuerdo aquel intento de reforma como un claro caso donde se desplego el poder manipulatorio de los medios. Corria el rumor que si se aprobaba Cafiero podia venir y sacarte la casa.
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