viernes, 23 de septiembre de 2011

"No hay pueblos chicos, son todos grandes"...



Si bien algunos pueden considerar que es un slogans de campaña, la frase pronunciada por Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires, en oportunidad de la recorrida que realizó por el Noroeste, en el transcurso de esta semana, sonó como una caricia para mis oídos y el corazón.

“No hay pueblos chicos, son todos grandes”, dijo el mandatario bonaerense. Una buena manera de conquistar el afecto y compromiso de quienes habitan en pequeñas comunidades, las que en buen porcentaje, se sienten olvidadas ó no tenidas en cuenta como corresponde.

Hace unos años se puso en marcha un programa tendiente a resaltar lo mejor de estos pueblos, muchos de ellos en vía de extinción, producto del despoblamiento que se fue dando a través del tiempo. Lo que parecía una decidida política, más que loable, se diluyó en la consideración pública e incluso dejó de realizarse una comunicación mediática dirigida a generar el interés de todos. Es posible, y quien escribe lo desconozca, que se siga trabajando en el tema. Si fuera así, los que tuvieron la iniciativa y la sostienen, deberían difundirla más, porque no somos pocos los que queremos acompañarla para darle relevancia.

La frase de Scioli - acertada y concreta - tiene especial validez. Surge de uno de los principales protagonistas de la vida política Argentina, y él no solo está para tomar decisiones, sino también para predicar (el término cabe).

En un mundo donde la concentración poblacional en grandes ciudades ó sus cercanías, constituye “el” problema para gobernantes y gobernados, potenciar las cualidades humanas y la calidad de vida de los pequeños pueblos, es imprescindible.

No alcanza con los dichos. Hace falta sumar educación, tecnología, infraestructura y todo aquello que esté acorde a estos tiempos. También, es preciso, que los ciudadanos tomen conciencia.

Es imprescindible un cambio cultural. El cambio, debe implicar dejar de mirar casi apasionadamente las “supuestas” ventajas de los grandes conglomerados urbanos, y que los que dicen amar el interior, rescaten sus valores, no para escribir historias, sino para vivir con mayor dignidad y menos néurosis.

Para quienes poblaron esta fantástica y pródiga geografía Argentina, y en el caso particular de la provincia de Buenos Aires, no existían los pueblos chicos. Los fundaron, poblaron y desarrollaron múltiples actividades. Con el transcurrir del tiempo, por políticas que - obvio en esta oportunidad - se fueron achicando y de algunos de ellos solo quedan las estaciones de ferrocarril derruidas, una que otra vivienda para que reflejen buenos fotógrafos ó pintores, y un silencio que no llega a ser sepulcral, porque se siente el libre canto de los pájaros.

Seré un soñador o utópico, pero estoy convencido que si la dirigencia política habla y ejecuta en los términos pronunciados por Daniel Scioli, acompañada por la decisión cultural de los habitantes, una provincia más armoniosa y justa en la distribución de su población y crecimiento, es posible. 

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