Como lo había prometido, Aníbal Fernández cumplió con su palabra.
Presentó en conferencia de prensa un proyecto para despenalizar la tenencia de marihuana para consumo personal.
El Senador Nacional, del que no sé si soy su amigo, pero al que conozco y por el que tengo consideración y respeto, de acuerdo a lo que he leído en los escuetos informes que se publicaron en distintas páginas web, ha señalado que "primero hay que atender la salud de los que consumen y después atacar el narcotráfico".
Lamento mucho, pero no coincido.
Una cosa no está reñida con la otra.
Hay que trabajar en ambas cuestiones al mismo tiempo.
La marihuana se produce hasta en los balcones de los departamentos. Está instalado su consumo, porque en el mundo entero se han hecho los distraídos. Hasta hay temas musicales que se difunden por las radios, canales de televisión, redes sociales, donde se la pondera.
En el tratamiento de quienes la consumen, estoy de acuerdo.
Ello no es óbice para encontrar o profundizar los caminos que conduzcan a evitar o reducir a su máxima expresión, la presencia del narcotráfico en el país.
La marihuana, suele ser el paso previo al ingreso a otras adicciones de alta peligrosidad para la vida de los consumidores y también para quienes los rodean.
Es también un Derecho Humano de primera, segunda, tercera, quinta, sexta, milésima generación, que el Estado implemente los caminos necesarios para tomar conciencia que los estupefacientes en general, no son solo un camino de ida para quienes los consumen, sino también el convertir en campo "minado" el territorio social, económico, político, deportivo y cultural del país.
Por consiguiente, se debe evitar su propagación a límites que, después, no podrán controlarse por más esfuerzos que se hagan.
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