lunes, 28 de noviembre de 2011
Asesino, sin atenuantes...
El cuádruple crimen en la ciudad de La Plata, acaecido en la noche del sábado o madrugada del domingo, como a la mayoría de los argentinos, provocó una fuerte conmoción y colmó de interrogantes.
En uno de los post anteriores escribí sobre Violencia Social. No lo hice por atrevido, sino por la condición de Ciudadano, interesado en comportamientos que se han convertido en habituales.
Hay otras cuestiones publicas que - sin dejar de ser importantes - parecen ser las únicas motivantes para muchos políticos, periodistas, intelectuales, juristas, economistas, etcétera.
El autor de este hecho aberrante es, lisa y llanamente: Asesino, sin atenuantes.
No recurriré, como es costumbre cada vez que se producen estas situaciones deleznables, a estadísticas, análisis sobre la personalidad de los perversos, evaluaciones de carácter jurídico, consultas a psicoanalistas, comparaciones o búsqueda de material bibliográfico que "permita" fijar posición con mayor grado de "coherencia".
Solo, desde el punto de vista psicoanalítico y legal, hay una pregunta, sobre la que buscaré en estos días, alguna respuesta:
"El hecho se produjo en la misma ciudad, donde un médico odontólogo, asesinó sin miramientos a toda su familia, salvo al perro, y goza de libertad, que aunque sea domiciliaria y por cuestiones de edad, es libertad".
En la misma dirección, recordaré a quienes consulte:
"Quién goza de ese beneficio, fue muy bien considerado por sus compañeros del penal, agredió a algunos periodistas cuando lo consultaron sobre si no se arrepentía de lo que había hecho y hasta llegó a ser aplaudido cuando ingresó a un restaurante en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que hasta dejó impactado a Bono, el líder de la banda musical U2".
La inseguridad es un mal endémico de la sociedad mundial. Por esa razón, no son pocos los que confunden un hecho como al que me refiero, con la falta de tranquilidad ciudadana. Aunque, estimo, debe darse identidad al pedido de mayor rigurosidad jurídica para sancionar a quienes protagonizan delitos de tanta gravedad. En ese sentido, sería sano estudiar modificaciones a los regímenes en materia penal.
Argentina asiste por estos días, a hechos sociales aberrantes. Los primeros y que conmovieron a los llamados "bien nacidos y mejor intencionados", estuvieron relacionados con los asesinatos de niños. Lo acontecido en la capital de la provincia de Buenos Aires, agregó un condimento aún más tenebroso, y por ende desestabilizó socialmente.
Aparece el miedo.
Surgen reclamos. A estos últimos, no se les puede demandar mucha racionalidad. Si se admite que hay miles de "asesinos sueltos", que de dar rienda suelta a sus instintos, gozarán - como corresponde - de las garantías constitucionales, porque no comprender a quienes reaccionan, en un primer momento, con cierto grado de intemperancia.
La Ley debe escribirla, aplicarla y ejectuarla el Estado. Todos quienes somos profundamente democráticos, coincidimos en ello. No es razón, lo subrayado, para que adoptemos actitudes silenciosas o pacientes, que hasta pueden parecer autistas, frente a un crimen como el acaecido, esperando se descubra al autor y posterior enjuiciamiento.
Sin absolutismo. Todo tipo de argumentación que se esgrima, no tiene admisión, máxime cuando quién mata a cuatro mujeres - total y absolutamente indefensas - es: Asesino, sin atenuantes.
Merece Prisión Perpetua, sin contemplación. Idéntica sanción, para todo aquel que protagonice delitos similares.
Perpetua debería implicar la privación de la Libertad de por Vida, donde se elimine la posibilidad de Libertad Condicional.
No sería atentar contra los Derechos Humanos, ni tampoco retroceder en las leyes.
Constituiría un fuerte llamado de atención.
No serían pocos los que se cuidarían de tomar un arma o cualquier elemento contundente que provoque la Muerte de sus semejantes, por más deudas afectivas o económicas que deban saldarse.
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