Algo está sucediendo en Argentina y quienes no quieran asumirlo, es porque les cuesta resignarse.
El avance de los jóvenes ha sido tan vertiginoso, que muchos de los que venimos participado activa y convencidamente de estos tiempos, tenemos puesta a prueba nuestra capacidad de asimilación.
No se trata de desplazamiento, sino de ocupación legítima de espacios, como ocurría a comienzos del retorno definitivo a la vida democrática en 1983, y los cambios que se fueron dando hasta el presente. Claro que ´duele` aceptar el: 'nos vamos poniendo viejos'. Es nuestra propia generación - aún con mucho para dar - la que no produjo anticuerpos, posiblemente al no ser capaz de generar los cambios políticos, sociales y culturales que demandaba el Pueblo. Paradojalmente, la misma generación es la que abrió la puerta para esta irrupción juvenil que suena como un ´estruendo´. Y esto último, no es solo obra de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Ellos son, en buena medida, los que encendieron la mecha, conscientes que había una necesidad de 'despertar' lo que muchos creían estaba dormido. Tenía los ojos y oídos bien abiertos, aguardando cuando llegaría su momento.
Al escuchar o leer críticas a esta 'avanzada', no puedo menos que retrotraerme a lo que se producía en el país, a poco que la dictadura se diera por vencida ante el clamor de Libertad. Muchos que hoy 'pintan canas', convertidos en censuradores del momento que se vive, tenían por aquél entonces la misma edad o menos de los jóvenes que hoy ocupan lugares preponderantes en el Poder o van poblando las calles, pletóricos de entusiasmo.
La historia, como dicen muchos, vuelve a repetirse y es sano para la Democracia que así sea.
El recambio generacional debe darse, porque como Kirchner señaló ante los organismos internacionales de crédito que 'los muertos no pagan sus deudas', un país no puede ser gobernado por quienes se sienten 'eternos'.
Comparto la postura que 'a los viejos no se los debe tirar por la ventana', y que es imprescindible rescatar sus experiencias, pero también comparto que en los 28 últimos años transcurridos, con el argumento de 'una Democracia demasiado joven' no se ha gozado de ciertos círculos virtuosos, como los producidos entre el 2003 y el 2011. Podrán censurarse formas y actitudes. No, demasiado, el fondo.
Es lógico que al Gobierno se le exija. Este deberá, en virtud de lo que puede sanamente interpretarse como tercer mandato, profundizar los cambios, no solo para afuera. También para adentro. Ello no es obstáculo para que los que no comparten sus lineamientos políticos y económicos, traten de esconder los logros 'bajo la alfombra'. Entre esos logros está la movilización que se produce en un grupo etáreo que será en el plazo inmediato o mediato conductor de la Nación.
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