domingo, 5 de abril de 2009

Un discurso poco analizado, para seguir evitando la memoria...



Previo a su último cumpleaños y antes de que partiera con destino a Venezuela conversé durante cuatro horas con Antonio Cafiero, quién se encontraba acompañado por su hija Mercedes y su fiel secretario.
Vestido de joogins y al mejor estilo de un periodista interrogó sobre su gestión en la provincia entre los años 1987/91.
Dijo, en esa oportunidad, que era una etapa de su vida que tenía un tanto olvidada y hasta animó a hacer una especia de autoanálisis psicológico.
“Fueron momentos muy difíciles y quizá esa es la razón por la que algunas cuestiones no recuerdo”, expresó.
Gustoso fui comentándole, a partir de sus preguntas, todo lo que recordaba de su paso por la gobernación bonaerense, pese a que manteníamos fuertes entredichos periodísticos.
No tuve ningún empacho en señalarle que en lo personal y profesional consideraba a su gobierno en la provincia como el “mejor de la democracia recuperada en 1983, y que tenía sobradas razones para afirmarlo”.
El diálogo fue distendido dando espacio para hacer algunas pausas, donde se entremezclaron algunas anécdotas.
El jueves cuando viajaba por una de las rutas de la provincia escuché su discurso en la despedida de Raúl Alfonsín.
A la par de seguir manteniendo una lucidez sobresaliente, el ex gobernador y Senador Nacional, entre otras funciones de Estado, hizo mención al alzamiento carapintada de Semana Santa en 1987.
Sus expresiones fueron cuidadas, pero no exentas de valentía.
“A buen entendedor, pocas palabras”.
Cafiero habló hasta de peronistas que se escondieron en aquel hecho que estremeció a la Democracia que había sido recuperada hacía menos de cuatro años.
No habré de quitar el “copyright” al dirigente justicialista, porque sería una falta de respeto y además no cuento con la “licencia” para ello.
Como me gusta señalar en muchos post:
“Cafiero hizo un ejercicio de memoria a través de sus palabras. Muchos de los que colmaban el Cementerio de La Recoleta, saben bien a quienes se refería”.
No me cansaré de expresar, aunque ello valga algún reto, que la política Argentina está cargada de cinismo. En este sentido, para sentirme fortalecido, remito a José Hernández, cuando en su Martín Fierro deja para los tiempos una frase convertida en universal: “más naides se crea ofendido / pues a ninguno incomodo / y si canto de este modo / por encontrarlo oportuno / no es para el mal de ninguno / sino para el bien de todos".
Tampoco sepultaré como norma de vida el parafrasear al poeta español, Antonio Machado: “Los pueblos que olvidan su pasado, no tienen futuro”.

(Textualmente debe decirse: “Los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirla”)

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