jueves, 12 de noviembre de 2009

A 20 años de la caída del Muro...


Escribe: José A. Cioffi (*)

El 9 de noviembre se cumplieron veinte años de un hito trascendental en la historia del siglo 20 y que posibilitó el inicio de una serie de transformaciones políticas, sociales y económicas en el marco de las relaciones internacionales: la caída del Muro de Berlín.

Su construcción tuvo lugar en 1961 con una longitud de 155 kilómetros y constituyó una verdadera cortina de hierro dividiendo a Alemania en dos, luego de la derrota del régimen nazi en la Segunda Guerra Mundial.

El Muro fue un claro divisor de dos mundos: el Occidental, con su eje en Washington, y el Oriental o Bloque Soviético con su epicentro en Moscú. El capitalismo en el Oeste y el comunismo en el Este hacían su política de reparto.

Esta triste y célebre pared –con sus torres de vigilancia, fríos ladrillos y alambres de púas que desgarraban la vista con sólo contemplar sus fotos- constituyó el símbolo de la Guerra Fría; marcó la etapa de mayor tensión en un mundo que se había bipolarizado.

Cada ladrillo tuvo su significancia mundial. Era mucho más que una Alemania dividida sino un mundo que se repartía entre dos superpotencias que amagaban con una guerra final que jamás llegó a concretarse, aunque se libraron batallas regionales en distintas partes del planeta.

La división conoció de dos bloques militares antagónicos encarnados por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) conformado por el bloque occidental y el Pacto de Varsovia integrado por la órbita comunista liderada por la ex Unión Soviética; y en lo comercial se enfrentaron la entonces Comunidad Económica Europa (precursora de la Unión Europea actual) y el Consejo de Ayuda Mutua (COMECON).

El padre de todos los muros

El de Berlín ha sido un ícono del mundo bipolar. Es el Muro por excelencia, si bien hay otros que también tienen su espacio en la historia producto de la intolerancia entre los Estados y las culturas.

Los precursores han sido los chinos con su Muralla China construida en el siglo 5 AC para proteger el pueblo de los ataques externos; la franja de seguridad que divide a las dos Coreas; el llamado Muro de Cisjordania que construyó Israel para proteger sus asentamientos de incursiones palestinas. Y entre otros varios ejemplos que se citan a lo largo de la historia, existe un muro de gran significancia que divide también dos mundos: la sociedad rica de la pobre: hablamos de la frontera entre Estados Unidos y México. Tiene una longitud de más de 1000 kilómetros, celosamente vigilada por el ejército norteamericano para evitar el ingreso clandestino de numerosos contingentes centroamericanos que buscan su lugar en la tan llamada Tierra Prometida.

También en nuestro país tenemos historias domésticas de murallas efímeras levantadas para interponer una barrera contra la inseguridad en el indomable Conurbano. Así como se erigieron, fueron derribadas.

La otra gran pared

En este contexto de divisiones forzadas, de culturas y sociedades que se defienden de otros y de mundos que se aíslan, subyace otra gran pared, tal vez mucho más infranqueable y dolorosa que las construidas de concreto.

La riqueza de unos y la pobreza extrema de otros sigue siendo la barrera más poderosa. Su línea no fue trazada por nadie en un plano, pero a la vez es claramente visible. De la opulencia de los petrodólares hasta las guerras tribales en el Africa Subsahariana; del confort y el lujo a la miseria de vastas regiones de Asia, Africa y América del Sud castigadas por el hambre y las enfermedades.

Estos han sido los muros que la Humanidad ha levantado sin poner un solo ladrillo, pero que lejos está hoy de pretender derribarlos con políticas tendientes a disminuir la crisis extrema que azota esas regiones. Muy por el contrario. Estos muros han cobrado altura hasta dejar en la desprotección total a nuevas áreas del mundo a partir del incremento del calentamiento global que tendría sus impactos mayores en las poblaciones más carecientes del planeta. Se estima que los eventuales efectos en el Africa Subsahariana y determinados puntos del Asia serán aún más graves que en otras partes, por la escasa defensa que puedan presentar ante el avance de las hambrunas y las enfermedades. ¿Tendrán las grandes potencias mundiales la sabiduría de saber enfrentar estas realidades o tan sólo su preocupación quedará plasmada en una Declaración que jamás pasará del texto a la acción?

El Muro de Berlín cayó y es motivo hoy de celebración. Pero los muros que aún nos siguen dividiendo no nos dejan ver la gravedad de un contexto mundial que se cierne ya con otras amenazas, que no son las mismas de la Guerra Fría. Tal vez sean peores y aún menos controlables.

(*) Periodista.

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