martes, 10 de noviembre de 2009

Y si nos hacemos cargo ?...

Los argentinos - y creo sin excepción - tenemos la manía de negar la realidad. Por ello, quizá, hace cincuenta años que pareciera equivocamos el rumbo y sumimos a la Nación en discusiones estériles, abortando el fortalecimiento colectivo y proyectándonos con previsibilidad hacia el futuro.

Nos cuesta hallar puntos de coincidencias básicas para asegurar bienestar, y augurar a las generaciones futuras la posibilidad de sudar confianza, creer y apostar con su esfuerzo a la consolidación de un país en serio.

En los últimos días se discute sobre la existencia de altos niveles de inseguridad, como así también del estado de crispación que existe en distintos sectores de la sociedad. No son pocos los que se empeñan en rebatir lo que es comprobable diariamente, y como si eso fuera escaso, se enojan ó levantan las voces acusando a diestra y siniestra. Si no son algunos dirigentes, son los medios de comunicación, ciertos periodistas y hasta personajes del mundo del espectáculo.

La necedad es familiar de la soberbia. Se las debe desterrar, a partir de aceptar disensos, debates y discusiones de todo calibre. No son las dos primeras, patrimonio exclusivo de quienes gobiernan, como algunos quieren hacer creer. Forma parte de cierta cultura nacional, donde ninguno nos hacemos cargo de lo que sucedió, sucede ó habrá de suceder.

Añejos y jóvenes, tenemos responsabilidades y las debemos asumir, porque hay un Pueblo deseoso de respuestas en positivo, si bien será imposible desterrar las controversias ó diferencias.

Quienes nos animamos a opinar, ya sea a través de los medios de comunicación ó por estas vías que nos ofrece el avance tecnológico, en la gran mayoría de los casos tenemos encalladas las convicciones democráticas. No surgieron en 1983. Vienen de mucho antes, por haber sufrido en carne propia la conculcación de las libertades públicas e individuales. Poco nos importó, por aquel entonces, si alcanzaríamos una mejor posición. Bregábamos y seguimos bregando para exponer nuestras ideas, sin miedos, ni ataduras. Vencimos los temores, y eso fue lo que nos permitió crecer, psicológica e intelectualmente.

Recuerdo mientras intento razonar - con la poca ó mucha inteligencia que Dios me dio - aquella conjunción de dirigentes de la política Argentina que resolvió unirse en lo que se denominó la Multisectorial. Primaban intereses ideológicos diversos, pero por sobre todas las cosas había un interés superior: la recuperación de las instituciones de la República. Es obvio: la libertad. Esa era la base fundamental de los acuerdos alcanzados, a la par de tratar de combatir una vez en el poder, los desaguisados cometidos por la dictadura militar que dejaron al país enclenque en su economía, heredándose una deuda exterior superior a los 45 mil millones de dólares.

A casi 27 años del retorno a la Democracia, no nos debemos sonrojar, ni tampoco flagelarnos. Si reconocer que estamos en deuda. Aceptar la realidad, evitaría enconos ó desencuentros. Para ello deberíamos sentarnos a realizar un resumen de lo que no se hizo, lo hecho y lo que debe hacerse.

La inseguridad vinculada con la desigualdad y la crispación con la recepción de mensajes contradictorios ó poco claros, podrán resolverse – en tanto y en cuanto – la política, los sectores empresarios, periodistas, artistas, educadores, trabajadores y todo aquél que tenga algún tipo de actividad privada ó pública, nos convenzamos que estuvimos ajenos al aporte que contribuya a morigerarlas, y de ser posible, desterrarlas. No es con discursos, palabras expresadas por escrito, radial ó televisivamente, como se logra. Es con hechos. Y estos últimos, no deben ser acompañados por pedidos de represión ó imposición de lo que se piensa individualmente ó en grupos reducidos. Es a partir de acciones colectivas de quienes tenemos, aunque más no sea una mínima responsabilidad, frente a quienes observan la forma en que laboramos, transmitimos ideas ó pensamos en voz alta.

En el campo suele decirse que “hacen como el perro, se rascan para adentro”. Este axioma cabe en las actuales circunstancias que transitan la vida social, económica y política del país.

Sería interesante que “nos rasquemos para afuera”.

Que seamos capaces de pedir disculpas por los errores.

Que seamos capaces de hacer el esfuerzo de evitar mirar el propio ombligo, pavoneándonos por actitudes personales, que no hacen a la solución del conjunto.

Que seamos capaces de combatir el fanatismo, los cegamientos y cierta cerrazón mental que se ha ido incorporando en cada uno.

Creo fervientemente en un futuro próspero para el país que habito, aunque no puedo ocultar que me asaltan dudas, cuando pareciera se busca evitar la conjugación del más adecuado verbo para estos tiempos: “Acordar”.




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