Los blogs tienen mucho de autoreferencial. Este post no será la excepción.
Falleció Raúl Alfonsín, Presidente Constitucional, entre los años 1983 y 1989.
No fui partidario de la corriente política a la que él representó. Sentía, eso sí, admiración y respeto.
Siempre fui consciente que había tenido que asumir la condición de Primer Mandatario de la Nación, después de años trágicos para el país.
Lo entrevisté en distintas oportunidades, tanto en radio como en televisión.
La última vez fue en el 2001, cuando se postuló como candidato a Senador Nacional por la Unión Cívica Radical.
En aquella oportunidad que lógicamente será inolvidable, Alfonsín dejó evidenciada una sencillez y atención, propia de los grandes hombres, con plenas convicciones democráticas y mirada esperanzadora.
Lo acompañaban el actual intendente municipal de Vicente López, Enrique García, que por aquel entonces se desempeñaba como presidente del Comité Provincia de Buenos Aires del radicalismo, y Luis Brandoni.
Mientras entrevistaba al mandatario comunal, Alfonsín se sentó en una modesta silla del estudio de televisión y siguió el desarrollo del diálogo con distinguida consideración. “Chicaneé” bastante a García, y el ex presidente le transmitió ciertas “reprimendas” muy por lo bajo, cuando el reportaje expiró. Los camarógrafos lo escucharon, sonrieron y hablándome al oído me lo hicieron saber.
El ex presidente de la Nación tenía en claro que el autor de este post adscribía a otro partido político. No hizo ninguna alusión a esa condición. Prefirió transmitírsela al intendente, como algo para considerar en otra oportunidad.
Luego, grabamos una entrevista de casi cincuenta minutos.
Creo, honestamente, que no se dejó un solo tema sin tocar.
Abordó todas las cuestiones, se hizo cargo de las responsabilidades que le correspondían, respondió sin enojos y solo se negó a realizar un “ping-pong” de preguntas y respuestas sobre el final, argumentándolo frente a las cámaras. Consideró que el mismo no aportaba nada a la opinión pública.
Respeté su decisión. Lo despedí, casi emocionadamente.
Si la memoria no me traiciona expresé frente a las cámaras: “Le agradezco haber venido. Saludo a un hombre de la Democracia”.
Se quedó algunos minutos más.
Extendió la mano a cada uno de los presentes en el estudio y caminando lentamente enfiló hacia la calle donde lo esperaban algunos de sus correligionarios.
Dicen que formuló comentarios elogiosos. Eso poco importó.
Había pasado por un lugar muy caro a los afectos profesionales un SEÑOR de la POLITICA, que en épocas de la dictadura llegó repetidas veces a la ciudad a escondidas. Se refugiaba en el domicilio de una amiga, y realizaba reuniones con el fin de buscar las formas de retornar a la Democracia.
Cuando el programa se emitió, dos días después, fueron centenares los llamados telefónicos recibidos. La mayoría de ellos - a fuer de ser sincero - no eran para destacar sus virtudes de hombre público. Muchos recordaron la hiperinflación, los planes Primavera y Austral, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, la silbatina en la Sociedad Rural Argentina, el Pacto de Olivos y el presagio de un mal final para la Alianza.
Hoy, estoy convencido, un número considerable de los que se comunicaron estarán arrepentidos de haberlo hecho. Se dejaron llevar por la pasión y las inquietudes reinantes, en esos momentos de la vida nacional. No tuvieron en cuenta la situación en la que asumió, como así también desconocieron que afrontó los últimos vestigios de lo que algunos denominan, el “Partido Militar”. Al día siguiente de esa presencia que aún conservo en archivo televisivo y está registrada en fotografías que pasarán a ocupar un lugar en la historia familiar y de la pequeña empresa que creamos para televisión, Alfonsín caminó por las calles céntricas de la ciudad de Trenque Lauquen. Sus amigos y simpatizantes lo acompañaron hasta un local donde se venden bombones de fabricación local, cuya marca es reconocida en el país.
El “Gallego”, como algunos lo denominaban, con sus brazos entrecruzados en la espalda fue interrumpido en su transito, por varios vecinos. No lo vitorearon. Tampoco ovacionaron ó aplaudieron. Simplemente lo fueron saludando. Con una sonrisa plácida y mirada atenta, respondió a cada uno de ellos.
Faltaban muy pocos metros para que llegara al hotel donde se hospedaba y nos volvimos a cruzar.
Agradecí la deferencia de haber asistido al programa y con esa voz que seducía, solo dijo: “Muchas gracias, la pasé muy bien. No se notó realmente con quién trabaja usted en la política. Fue un programa con aire democrático. No será fácil de olvidar. Transmítale mis saludos a su amigo y que tenga mucha suerte en la función que desarrolla”.
Había entrevistado por última vez, y despedido para siempre, a un ejemplo de Libertad.
Foto del post: http://www.criticadigital.com/
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